Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar acerca de la importancia de ilusionarse.
A todos nos ha pasado a lo largo de nuestras vidas, algo nos ha hecho ilusión. Concretamente, podemos decir que esta reacción se ve fácilmente en la niñez, cuando se produce una mezcla entre sorpresa, disfrute y ganas, pero es algo importantísimo para los adultos de igual forma. La ilusión no deja de ser la esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Y es que, de ello precisamente se desprende la pieza clave de la ilusión, la actitud. Cuando algo nos ilusiona hacemos por conseguirlo o para que ocurra. Ponemos de nuestra parte, tenemos motivación para su cumplimiento. Es decir, tenemos una “buena actitud” o “actitud proactiva”.
Normalmente las cosas que nos ilusionan tienen que ver con nuestros gustos y hobbies. Solemos ilusionarnos por aquello que nos llama la atención, personas, aquello que amamos o nos hace sentir especialmente bien. Esto tiene una doble vertiente, cuando todo va bien y se cumplen nuestras ilusiones, se produce un máximo disfrute. Cuando no se cumplen, dan lugar a chascos, decepciones… Debemos ser muy cuidadosos con esto. Es fácil caer en la generalización cuando algo nos desilusiona, y eso puede afectar a nuestro estado de ánimo y actitud para muchas otras actividades. No debemos renunciar a las cosas que nos ilusionan, por más que en ocasiones no puedan cumplirse. Debemos ser conscientes de los motivos que fueron responsables de ello, para tratar de poner remedio. Esto es, centrarse en las soluciones, no en los problemas. El disfrute de algo que nos gusta suele compensar esta balanza en casi todas las situaciones.
A veces, con el paso de los años, tenemos menos ilusiones. Nos centramos en las obligaciones, responsabilidades… Y se nos olvida que son algo esencial para nuestro bienestar. Las ilusiones nos llevan a marcarnos objetivos (ya sea planear un viaje, ir a un espectáculo o realizar una actividad), nos mantienen activos, vivos. Amplían nuestras miras y nos hacen inquietos en el sentido de conocer, saber, experimentar.
Si no nos ilusiona nada de nuestras vidas, algo está yendo mal. No estamos en la dirección adecuada. Si estar con nuestra pareja, hijos, amigos, practicar nuestro deporte favorito, viajar o disfrutar de nuestros hobbies no nos produce bienestar… Debemos reflexionar sobre ello, sobre qué estamos haciendo. Quizás de esta manera podamos encontrar los puntos a tratar para solventar esta situación. Si a través de nuestros medios no somos capaces de encontrar ese camino, y vemos que nuestro estado de ánimo, actitud y motivación no son como quisiéramos, no hay que dudar en buscar ayuda, sea a través de amigos o profesionales.
La vida es un camino demasiado corto como para no disfrutar de él. Debemos ilusionarnos y vivir en esta dirección. Nuestro bienestar se nutrirá debidamente, ¿te atreves a intentarlo?