Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar acerca de la dignidad.
A lo largo de nuestras vidas, vamos desarrollando un código ético y moral en el que diferenciamos aquello que consideramos adecuado y no adecuado. Esto, que comúnmente llamamos valores, tiene que ver con cómo vamos a tomar nuestras futuras decisiones o como nos sentiremos en determinadas circunstancias.
En este código, trazamos una serie de líneas rojas que delimitan aquello que estaríamos dispuestos a hacer o soportar y qué no. En estas líneas queremos referirnos a la dignidad, entendida como ese concepto en el que marcamos de forma teórica lo que estaríamos dispuestos a aguantar o no a los demás en cuanto a su comportamiento para con nosotros. Esto es, cuáles serían motivos suficientes para romper una relación, mostrar desacuerdo de forma firme, no consentir una falta de respeto…
Sin duda, con la experiencia hemos sido conscientes de que aunque en un primer momento parezca muy complicado que suceda, estos límites tienden a extralimitarse con más facilidad de la creída. Pueden presentarse dos problemas: o bien que teóricamente nos cueste fijar estos límites, o más comúnmente que nos cueste llevar a la práctica dicha teoría.
Centraremos nuestra atención en este segundo caso, y es que, en él, hay más variables que entran en juego. Nos han faltado al respeto, faltado a nuestra dignidad, pero claro, ha sido uno de nuestros mejores amigos… La cosa se complica, puesto que la empatía, la ira o el miedo están sobre la mesa. Sin duda alguna no debemos permitir una falta en este sentido a nadie. Y aquí, tiene mucho que decir la asertividad. Por definición decíamos que la asertividad era la capacidad de decir o manifestar nuestros sentimientos u opiniones de forma adecuada sin ofender a los demás. Y aquí está una de las claves, no ofender a los demás. Esto supone, no romper esas líneas de las que antes hablábamos que tendrán que ver con los valores propios y de los demás. Ahora bien esta acción va a conllevar un esfuerzo emocional grande, ya que hay que enfrentarse a una situación que no es precisamente agradable o elegida. Debemos hacer valer nuestros derechos y marcar esos límites de la mejor manera posible. Por desgracia no todo el mundo los respeta de la misma manera. Sería maravilloso que el respeto imperase de base en la vida, sin embargo en muchas ocasiones la realidad no funciona de ese modo.
Tener claro hasta donde vamos a permitir ciertas conductas supondrá un cambio a la hora de reaccionar a distintos momentos vitales. En el fondo es una manera de anticiparse a potenciales situaciones desagradables, sabiendo de antemano cuál va a ser nuestra forma de respuesta. Debemos trabajar en los dos planos comentados anteriormente, primero en nuestros valores y código ético y después en llevar a la práctica dichos conceptos. Un resultado derivado de ello será estar contentos con nosotros mismos, y otro, que los demás verán esos límites fijados con claridad con lo que sus respuestas o acciones tenderán a no invadir nuestra individualidad. ¿Te atreves a intentarlo?