¿Tienes dudas?

Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre las dudas.

Una duda es, por definición, una indeterminación entre decisiones o juicios. Se trata de una vacilación que puede experimentarse ante un hecho, una noticia o una creencia. En realidad, todos hemos dudado en más de una ocasión. Bien sea en un examen, realizando una compra o tomando una decisión laboral. Estamos por tanto ante situaciones donde existe un grado de incertidumbre que no permite que nuestra seguridad sea completa. Esto alimenta las posibilidades de que nuestra ansiedad se eleve, y por tanto repercute en nuestro estado.

Digamos, siendo reduccionistas, que existen dos tipos de dudas: las razonables y las incapacitantes. Las razonables tienen que ver con aquellas dudas basadas en razones y argumentos que suponen una inquietud acerca de una mejora o descubrimiento. Llevándolo a un ejemplo, alguien dudó sobre la planicie de la tierra para poder teorizar sobre su forma. Para llevar a cabo esa teoría tuvo que valerse de argumentos y pruebas, ya que si no fuese de esta manera, no podría convencer. Estamos hablando de racionalidad para superar tal incertidumbre. Conlleva esfuerzo y dedicación, pero se llega a conclusiones.

El otro tipo de duda es mucho más banal. Es esa duda incapacitante que no nos permite seguir nuestra funcionalidad en la vida por asuntos que, mirados con perspectiva, no son tan importantes como se piensa. ¿Llevo chaqueta o jersey? Mientras miramos por la ventana… y al final terminamos por no salir de casa. La duda tiene una característica muy negativa: paraliza.

Empieza a ser resolutivo

Cuando nos acostumbramos a no tomar decisiones y otros lo hacen por nosotros, este tipo de ejemplos comienzan a ser más numerosos de lo que quisiéramos. Tomar decisiones, buenas o malas, nos ayuda a ser resolutivos. Esto nos enseña que, en ocasiones se acierta y en ocasiones se falla, pero no tomando una determinación estamos siendo mucho menos funcionales. La seguridad y la confianza son dos variables íntimamente relacionadas con la toma de decisiones, y por ende, con las dudas. Debemos fomentar la toma de decisiones desde la niñez, si bien es cierto que su relevancia debe ir de menos a más.

Cuanto mayor sea nuestro convencimiento de que nuestra decisión es la correcta (a través siempre de datos, razones y argumentos), más cerca estaremos de llevar a la práctica tal cuestión. Por ello es muy importante cognitivizar, es decir, llevar a una parte de pensamientos las decisiones. Pero sin duda hay que llevar a la práctica dicha decisión.  Ahí entran en juego otros factores como la valentía, el arrojo o la determinación. Factores que, para tener como herramientas útiles, hay que entrenar y enfrentar. El afrontamiento es sin duda esencial para ello, de forma que favorecer su práctica será de gran ayuda.

La duda estará ahí, es algo inherente al ser humano. Podemos centrarnos en los problemas y no solucionar nada o… centrarnos en las soluciones y sacar adelante las distintas circunstancias. ¿Te atreves a intentarlo?

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