Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar sobre las formas a nivel comunicativo, concretamente sobre las imposiciones.
Sabemos por experiencia propia el poder que tienen las palabras y cómo dependiendo del uso que hagamos de ellas vamos a obtener, posiblemente, mejores o peores reacciones. Estamos continuamente utilizando el lenguaje, bien sea en nuestros pensamientos, en nuestras conversaciones verbales o, en los últimos tiempos a nivel digital con conversaciones escritas a través de plataformas como whatsapp o correo electrónico. Si bien no todos tenemos el mismo estilo comunicativo, y que en la variedad está el gusto, lo cierto es que hay ciertos componentes dentro el mismo que tienden a generar situaciones desagradables o de rechazo. Hablamos concretamente de esas vertientes comunicativas donde se impone la voluntad personal de forma agresiva y si tener en cuenta a la otra parte, exigiendo nuestra visión sin ni siquiera contemplar otras opciones.
Aprendiendo a conversar y no imponer
Las formas suponen un plus importantísimo en la manera de comunicar nuestro mensaje. De hecho, facilitan el llegar a acuerdos, buscar entendimientos y llegar a conclusiones. Pero no siempre es fácil su puesta en práctica. Todos tenemos en mente personas que no tienen ese “tacto” a la hora de expresarse. Esto, que tiene una base en la personalidad, no debe excusarse con expresiones típicas en estos casos como “es que “Manolito” es así”. Afortunadamente la manera en la que decidamos expresarnos puede ser mejorada y entrenada si bien en estos casos hay un trasfondo de cuestiones como la empatía y la puesta en el lugar del otro. Cuando imponemos no damos oportunidad al receptor a elegir respuesta, y esto tiende a molestar en la mayoría de las ocasiones siempre que hablamos de comunicación entre adultos. Existe una alternativa muy sencilla a la imposición que tiene que ver con el planteamiento de una pregunta acerca de la cuestión tratada. Ejemplos cotidianos como “pásame la mayonesa” o “dame el número de teléfono de Luis” no generan la misma reacción en el receptor que “¿podrías pasarme la mayonesa, por favor?” o “¿puedes darme el número de teléfono de Luis, por favor?”. Esto que generalmente tendemos a llamar educación, tiene una importancia terrible cuando los temas tratados pasan de la simplicidad de los ejemplos anteriores a cuestiones de gran relevancia donde es precisa la reflexión para un posicionamiento posterior.
El estilo agresivo de comunicación tiende a generar rechazo o evitación, variables muy alejadas de las formas necesarias para obtener cooperación y resultados. En el mundo que vivimos y con la rapidez e instantaneidad de la comunicación actual, en ocasiones se nos olvida la importancia de utilizar las mejores formas posibles para comunicarnos. Pero no debemos olvidar que somos seres sociales por naturaleza y este tipo de detalles no pasan desapercibidos entre nosotros. Marcan las relaciones, la confianza, el buen clima (ya sea familiar, laboral, de ocio…), nuestros roles, lo que piensen de nosotros…
No cuesta un solo euro, pero sí un esfuerzo emocional alto el escoger adecuadamente nuestra forma de comunicación. No solo tiene beneficios de cara a cómo nos valorarán los demás, sino que de forma individual nos generará mayor confianza, seguridad y bienestar. ¿Te atreves a intentarlo?