Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre cómo entender lo excepcional y además saber disfrutar de ello.
Dentro de nuestro día a día hay cosas que se repiten y forman parte de lo que entendemos por normalidad. Cuestiones cotidianas que contamos como propias atendiendo a nuestra experiencia y visión de la realidad. Todo ello adorna algo que a otros niveles alcanza otra concepción, nos referimos a la zona de confort. Esta zona supone algo imprescindible en nuestra forma de entender la vida, ya que potencia nuestra seguridad y sensación de control. Ahora bien, eso no debe frenar que salgamos de ella con el objetivo de crecer.
Ese crecimiento conlleva esfuerzos y toma de decisiones. Es decir, asumir la incertidumbre reinante, con decisiones que se alejan de “lo normal”. Esa excepcionalidad debe ser entendida como tal, pero bajo el prisma de una visión que sume y por tanto aporte a nuestro crecimiento personal. A sabiendas de que no es algo que se vaya a dar constantemente, el esfuerzo emocional es imprescindible para este tipo de momentos y situaciones. No siempre vamos a poder gozar de tales lujos, circunstancias o ventajas, de forma que se hace vital saber vivir esos momentos. Dicho de otra forma, saber valorar y existir en el presente.
¿Cómo entender lo excepcional?
Lo excepcional requiere la valoración del presente y el esfuerzo para haber llegado a ello. Consecuentemente será de gran ayuda unir a ello esa dosis de tranquilidad necesaria para no estresarnos si anticipamos la posibilidad de que no vayamos a gozar de dicha cuestión por siempre. Hay cosas que no siempre vamos a tener a nuestro alcance y aceptar que no lo podemos tener siempre todo es un buen ejercicio que nos ayudará con otras variables nocivas. Esas variables van desde la envidia a los celos pasando por la inconformidad o la sensación de vacío.
Organizar nuestras vidas de la mejor manera lleva unido a ello la proposición de objetivos. Es un elemento clave para alcanzar esas metas que pueden verse muy lejanas en momentos puntuales, pero que con trabajo y dedicación pueden llegar a verse realizadas. Hacer esto con perspectiva y análisis fomentará no sólo la consecución en sí, sino el disfrute de ello. No es una cuestión de tenerlo todo, sino de conseguir lo que nos satisface aceptando las limitaciones propias de cada momento vital y afrontando el reto de tener que luchar para conseguir lo que nos propongamos.
No siempre cenamos como el día de Nochebuena o Nochevieja… y quizás tampoco sea necesario. Hay momentos que cobran esa parte “especial” porque su diferenciación conlleva más que lo meramente material. Si conseguimos entender que lo excepcional no se reduce a poseer ni tener, sino a disfrutar en la mayoría de las veces valorando el camino para conseguirlo, estaremos potenciando nuestro crecimiento personal en muchas vías.