Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre la gestión de nuevas actividades y la paciencia para su correcta realización.
Por todos es conocida la expresión “nadie nace sabiendo”. Ciertamente la fase de aprendizaje es un continuo en nuestras vidas. No dejamos de aprender. Ahora bien, el proceso en sí, en ocasiones no es asumido como tal, y queremos saberlo todo en el instante. Hay tareas y situaciones relativamente sencillas que no tardan en dominarse, pero otras, en cambio, necesitan dedicación, concentración y tiempo. El creer que ya lo sabemos todo es uno de los grandes errores que debemos evitar, puesto que puede llevarnos por un camino muy alejado de la funcionalidad y el bienestar.
Es por ello que la paciencia es una variable que se puede mejorar, y si nos paramos a reflexionar, la vamos entrenando día a día (en muchas circunstancias sin ser conscientes). A veces con mayor y otras con menor éxito, pero en definitiva siendo piedra angular para la consecución de infinidad de objetivos.
Tenemos una nueva tarea o actividad frente a nosotros. Nunca nos hemos enfrentado a ella. Tratamos de ver lo que hay que hacer, y parece relativamente sencillo. Esa anticipación es clave para minimizar los potenciales errores y aumentar las probabilidades de éxito. Pero en el momento de la ejecución siempre pueden surgir pequeñas cuestiones que no nos habíamos planteado. Es decir, una cosa es poder hacer una tarea o actividad de forma correcta una vez prestando toda nuestra atención, y otra muy distinta es tener el grado de destreza suficiente como para hacerlo de una manera casi automática pudiendo solventar las circunstancias que vengan. Conducir parece relativamente sencillo, ¿verdad? Sin embargo esas primeras experiencias suelen estar cargadas de tensión, nervios, rigidez, falta de soltura, incapacidad para reaccionar… Solo el conocimiento teórico unido a la práctica y a la repetición nos llevarán al dominio de dicha tarea. Por supuesto, todo ello precisa de un esfuerzo emocional, donde la actitud y la motivación son factores elementales. Debemos ser conscientes de ello y fortalecer ese tipo de aceptación para mejorar de forma continua en nuestro afrontamiento a las nuevas circunstancias.
Esta disposición al aprendizaje, no sólo contempla el error como algo que puede ocurrir (no somos perfectos), sino que trata de minimizarlo analizando y anticipando factores que nos ayuden a la correcta ejecución de la cuestión. Querer aprender y estar dispuesto a ello, suena muy bien, pero detrás de ello están todas estas variables, que bien vistas pueden ser de gran ayuda. No sólo eso, socialmente también tendrá consecuencias positivas, puesto que ese tipo de predisposición está muy bien visto, y sin duda forma parte de cuestiones que están a otro nivel, como la humildad.
Por mucho que sepamos, no lo sabemos todo. Siempre aprenderemos cosas día tras día, y la frustración por no dominarlo todo al instante puede estar presente. Saber gestionar este tipo de momentos será ese factor clave que favorecerá una vida más fácil y mejor. ¿Te atreves a intentarlo?