Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar sobre el odio.
Según la RAE, el odio se define como la antipatía y aversión hacia algo o a hacia alguien cuyo mal se desea. Numerosas investigaciones defienden que el odio tiene una explicación evolutiva, ya que en nuestro pasado como especie, sentir esta pasión negativa hacia los demás podía ser cuestión de supervivencia. En cualquier caso, en el momento actual esa connotación quizás no sea la más importante, aunque no está de más tenerla en cuenta.
El odio: una emoción intensa
Es una emoción, que destaca y se caracteriza por ser muy negativa, poderosa y dañina. Tiene una aparentemente sencilla forma de iniciarse y es difícil de controlar. Ese origen puede tener que ver con un disgusto, una agresión, situaciones tensas, aversión…normalmente por parte de personas que valoramos (aunque no es siempre así). Aquí podemos tener muy en cuenta sucesos implicados en rupturas amorosas, frustraciones o grandes traiciones (amistades, trabajo o familia). De alguna manera, esta emoción surge en contraposición a otras que, siendo dañadas, producen un fuerte dolor.
Todas las investigaciones parecen tener en común el hecho de que el odio es un sentir patológico con graves consecuencias para aquel que lo padece y para aquellos a los que va dirigido. Dicho de otra forma: el que odia en muchas ocasiones es el que más sufre esta cuestión, ya que en muchos momentos el odiado puede desconocer la situación. Es así como la persona que odia real e independientemente de sus motivos, está viviendo una circunstancia de malestar que puede llevar a su vida a un punto disfuncional. En este sentido cabe destacar la particularidad de que esta emoción suele conllevar estrategias para ser encubierta.
Sentimientos asociados al odio
El odio suele ir acompañado de otras variables negativas como la rabia, la ira o la agresividad, y mantenido en el tiempo, está relacionado con problemas de ansiedad, estrés e insomnio. A modo de reflexión y teniendo en cuenta todo lo anteriormente comentado, podemos observar que a pesar de que la persona que odia pueda creer estar en la posesión de argumentos para hacerlo, la realidad es que carece de paz y tranquilidad en su vida. Creyendo que las consecuencias en lo odiado puedan generar justicia, la clave reside en el propio daño al experimentar esta emoción. Sentir odio es humano, pero sufrir sus consecuencias para siempre es una cuestión que puede trabajarse. Sin duda no entramos en lo que haya motivado esto, sino en cómo repercute en nuestra existencia, proponiendo que una vida mejor es posible si manejamos e interpretamos mejor todo este conglomerado.