Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, hoy vamos a tratar la importancia que tiene el dejar hacer las cosas por uno mismo, tanto para aprender, como para conservar funciones a lo largo de la vida.
La vida es un continuo proceso de aprendizaje, donde día a día tenemos que adaptarnos y comprender nuevos mecanismos para seguir adelante. Esto se magnifica cuando hablamos de los niños, ya que están obligados por su falta de experiencia a enfrentarse a nuevos retos constantemente.
Es tarea de los padres, tutores o profesores, explicarles a los niños cómo se deben hacer las cosas, pero sin duda los que tienen que intentarlo y practicarlo son los propios niños. Aquí el papel del ensayo y error es clave para la consecución del objetivo. Y es que, errar, forma parte del proceso de aprendizaje, aunque a veces se nos olvide. Siempre queremos que las cosas se hagan lo mejor posible, y es por eso que en ocasiones, no dejamos hacer la tarea al niño, debido a que su ejecución no es tan buena como la nuestra. Cometemos el error, por tanto, de que el niño por un lado no se sienta capaz de resolver la tarea en sí, y por otra, de que se acostumbre a que los mayores resuelvan por él aquellas tareas que tienen cierta complicación. Esto no sólo afecta a la tarea en sí, sino que va más allá. Afecta a la motivación para la consecución de metas, al sentimiento de utilidad y en definitiva a la autoestima.
Guiar su trabajo, recompensar sus éxitos y hacerle ver la importancia de perseverar para la consecución de metas son un trabajo arduo pero necesario.
Un ejemplo simple puede ser hacer la cama, un ejercicio aparentemente sencillo, pero que exige ciertas habilidades y experiencia. Es lógico que los padres realicen mejor esta tarea, y que el niño a la vez tenga imperfecciones en la ejecución, pero si en vez de mostrar al niño sus fallos y un camino para mejorar, resolvemos por él la tarea, terminaremos consiguiendo que no la realice nunca bien y no quiera hacerlo. Por ello, tener un papel pedagógico, a veces tendrá mayor coste, pero repercutirá en unas consecuencias mucho más saludables para el niño. Guiar su trabajo, recompensar sus éxitos y hacerle ver la importancia de perseverar para la consecución de metas son un trabajo arduo pero necesario.
Hay otra etapa vital en la que esto vuelve a cobrar un papel elemental, la vejez. A lo largo de los años vamos perdiendo algunas capacidades tanto físicas como mentales que hacen que no podamos realizar las tareas como antes, ya sea en tiempo o calidad. No dejar que una persona mayor realice las tareas por sí mismo, cuando aún puede, tiene un riesgo similar al que hablábamos antes con los niños.
Por un lado, se acostumbrarán a que otra persona lo haga por ellos, pero más importante aún es que irán perdiendo paulatinamente la habilidad para hacer esa tarea. Cuando realmente creemos que estamos realizando un favor a un ser querido por realizarle una tarea, estamos fomentando que pierda funcionalidad en su vida y en definitiva que deje de sentirse capaz a la hora de realizar actividades. Estar a su lado, y ayudarle dejando que desarrolle la tarea, será el factor determinante para que conserve durante más tiempo sus funciones y a la vez tenga un sentimiento de ser “capaz” de enfrentarse a los retos de la vida. Lógicamente nosotros lo podríamos hacer más rápido… pero no estaríamos realizando ningún favor en absoluto. Ya sean actividades físicas o cognitivas, la persona mayor debe comprender que es normal que no tenga el ritmo o aguante de antaño, pero eso no quiere decir que no pueda realizar tareas siempre y cuando las metas sean realistas y ajustadas a sus capacidades del momento en el que está.
Con todo esto, debemos hacer una profunda revisión a cómo nos enfrentamos a estas situaciones, que por otra parte son algo de lo más normal en nuestras vidas. ¿te atreves a intentarlo?