Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, hoy vamos a abordar la importancia de asumir cuándo tenemos un problema, y éste comienza a tener importancia para ser preocupante.
Para empezar debemos señalar que todo el mundo tiene problemas. Si bien dependen de muchos factores, es cierto que a todos nos generan cierto malestar, y que esto no es para nada agradable independientemente de que sea un tema capital o algo menos determinante. La cuestión es que vamos enfrentándonos en nuestro día a día a esas situaciones que se generan y que debemos superar para lograr nuestros objetivos, ya sea en los estudios, trabajo, familia… y que repercuten en nuestro bienestar de forma importante. Hemos mencionado una palabra que es clave, enfrentarse, requisito indispensable para la resolución de una situación problemática, y que no siempre nos genera pensamientos y emociones positivas debido a la ansiedad e incertidumbre que se crea ante ese afrontamiento.
¿Cuándo se convierten en algo peligroso?
Volviendo al principio, todos tenemos problemas, sí, pero… ¿Cuándo se convierten en algo peligroso? La respuesta más sencilla y a la vez poderosa es “cuando nos crea una disfuncionalidad en nuestras vidas”. Y por supuesto, si esto es así, afecta a nuestra manera de encarar el día a día, es decir, cuando no podemos continuar con nuestro ritmo de vida habitual (no podemos trabajar, estudiar, superar un duelo, etc).
Este momento es crucial, somos conscientes de que algo nos pasa y no nos deja seguir adelante. Existen varias opciones: rendirse, tratar de solucionarlo por uno mismo, pedir ayuda… Si tratamos de resolverlo por nosotros mismos y no tenemos éxito, debemos ver que la situación se complica. Una cita dice que “no es más fuerte quién no necesita ayuda, sino quién la pide cuando la necesita”, y algo parecido deberíamos llevar a nuestras vidas. No se trata de un alegato para acudir a profesionales, ni mucho menos. Se trata de hacer ver que en ocasiones es posible que nos veamos envueltos en circunstancias y situaciones de las que no seamos capaces de salir por nosotros mismos. Por tanto, un primer paso puede ser comunicarse con seres cercanos, captar otros puntos de vista, ver qué opinan al respecto y qué aconsejan. Ver que es posible que los demás entiendan la dificultad de nuestra situación, y que puedan ayudarnos o no dependiendo de ella. Sentirse “comprendido”, ayuda en un primer momento (y mucho) para enfrentarse al problema. A partir de ahí, habrá que valorar la situación, y ser conscientes si necesitamos ayuda profesional. Es un paso importantísimo para la recuperación, aceptar que la situación por la que estamos pasando hace que no seamos funcionales.
La ayuda psicológica no va encaminada a juzgar los actos o situaciones por las que pasa el paciente, sino de aportar entendimiento y solución a esas circunstancias a través de los métodos más adecuados para cada caso. Ser conscientes de que tenemos un problema, ya supone que sabemos ante qué luchamos.
Quedaría otra parte elemental: la voluntad de cambio. Si la tenemos, podremos afrontar aquello que nos esté ocurriendo con muchas más probabilidades de éxito. Sin duda resolver una situación difícil exige esfuerzo y sacrificio, por lo que la motivación para el cambio es la premisa que el psicólogo necesita para trabajar de la forma más adecuada para solucionar el problema. Si estás en esta situación, no dudes en poner en práctica todo esto, puesto que la vida merece ser vivida de la mejor manera posible, teniendo en cuenta que un “bache” puede tenerlo cualquiera.