Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar acerca de un concepto muy cotidiano en nuestras vidas: la preocupación
¿Qué es una preocupación? No tenemos que buscar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, de alguna manera todos sabemos que una preocupación es un pensamiento que nos invade cuando tenemos incertidumbre acerca de algo que puede ocurrir. Es evidente que en nuestro día a día hay preocupaciones de distinta índole, pero todas ellas tienen un factor en común, que no es otro que el no saber a ciencia cierta el resultado de una acción, una circunstancia o desenlace de una situación. Es cierto que hay distintos grados de preocupaciones, y algunas forman parte de nuestra zona de confort, otras son algo más importantes y por último hay algunas que pueden hacer tambalear nuestro sistema de control de la situación.
Una buena forma de pensar acerca de lo que es una preocupación es dividir la palabra, esto es, una “ocupación previa”. Ciertamente es exactamente lo que supone una preocupación: ocuparnos previamente de algo que aún no ha ocurrido. Produce desasosiego, inquietud, temor… Sin duda sensaciones que no son las que más nos gusta experimentar y que van ligadas a nuestra gran conocida ansiedad. Como advierte la expresión “ocupación previa”, hay un componente muy importante de anticipación en este sentido, y es que de alguna forma nos adelantamos en el tiempo a lo que puede suceder. Esto tiene una parte positiva y una negativa. Positiva en el sentido que anticiparnos a posibles y potenciales problemas lleva a ponernos en situación, adelantando escenarios, posibles salidas, reacciones… es decir: soluciones. El componente negativo viene determinado por la más que frecuente exageración de la situación que termina por tener una mentalidad catastrofista acerca de las posibles consecuencias de la problemática. Esto, genera ansiedad y por tanto un malestar ligado a la situación que puede llegar a darse.
Forma parte de la vida, aprende a manejarlas
Preocuparse es algo lógico y normal, pero como ya dijo Aristóteles refiriéndose a la virtud, buscando un término medio, una justa medida. Una persona que jamás se preocupa, se encontrará con los problemas sin esperarlos, lo que podrá generar situaciones desagradables. Por otro lado no será capaz de pensar en las consecuencias de sus actos, lo que le hará ser mucho más inconsciente y puede llevar igualmente al desastre. Pero en el otro lado, una persona “híper preocupada”, estará constantemente cuestionándose qué va a ocurrir, si estará haciendo lo correcto, dudando de forma exagerada… lo que contribuirá directamente a que no sea capaz de disfrutar del presente, ya que se encontrará fundamentalmente pensando en el posible futuro.
Debemos buscar un término medio, en el que seamos capaces de anticiparnos a posibles situaciones problemáticas, para estar preparados, y a la vez poder disfrutar de nuestros quehaceres y circunstancias del presente. Una mezcla entre valorar las posibles consecuencias de nuestros actos, y a la vez disfrutar de nuestro día a día, centrándonos en nuestras tareas de tal forma que seamos capaces de entretenernos con ellas y sacarlas adelante con nuestra dedicación. Tener claro que debemos desempeñar acciones relacionadas con nuestras obligaciones (de las que nos tenemos que ocupar), pero también que hay tiempo para el disfrute, donde nuestra “ocupación” va unida a tareas con las que disfrutamos y obtenemos placer y bienestar.
Si nos paramos a pensar, el bienestar suele ir ligado a vivir momentos agradables, de modo que es imprescindible estar en esos momentos de una manera plena y total. Momentos en los que si nuestra mente está en otras ocupaciones… va a ser muy difícil disfrutar adecuadamente. En nuestra mano está gestionar bien todo esto… ¿Te atreves a intentarlo?