Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos hoy vamos a hablar acerca de cómo gestionar aquello que no nos gusta escuchar.
A nadie le gusta escuchar aquello en lo que ha fallado, hace mal o podría hacer mejor. Pero siendo realistas y conscientes de que el error forma parte de nuestro día a día y crecimiento, es obvio que todos nos hemos tenido que enfrentar a estas situaciones de crítica. La crítica puede ser, en el mejor de los casos, constructiva. Este tipo de crítica es mucho más llevadera, puesto que la persona que la realiza es cuidosa en sus palabras y busca de la mejor manera, solventar o mejorar una práctica. Bien entendida es una forma de hacernos ver cómo realizar mejor una actividad o cómo enfrentarnos a determinada situación o reto. Aún así no siempre es bien recibida, ya que el hecho de tener que aceptar un fallo no es la mejor de las noticias que pueden darnos. Nos podemos hacer a la idea de lo que ocurre con el segundo tipo de crítica, la destructiva. Éstas son aquellas en las que no hay ningún tipo de piedad en su verbalización y no se cuida el lenguaje para su realización. Es un tipo de crítica cruda, sin filtros, y que puede llegar a dañar al receptor, puesto que se empatiza pobremente con él. Aún así, es algo bastante común en la sociedad, y que debemos saber cómo encarar de la mejor manera.
Analizar situación y errores
Partiendo de la base de que recibir una crítica no es la mejor de las cosas que nos suceden en el día a día, debemos pararnos a pensar y analizar qué sucede para que se den y qué podemos hacer para encajarlas de la mejor manera, sacando provecho de ellas. Primeramente debemos tener la mente abierta a escuchar lo que nos dicen, tratando de ser lo más objetivos posible. De poco nos ayuda estar a la defensiva, queriendo de antemano no oír lo que nos tienen que decir. Una mente abierta nos ayudará a tener perspectiva y poder ver qué nos están diciendo de una forma adecuada, receptiva. A partir de aquí, tratar de analizar la situación y ver dónde se han producido los errores, no con el objetivo de machacarnos con ello, sino de aprender de esa circunstancia y no repetirla en el futuro. Debemos entender que no lo sabemos todo, y que en determinados momentos otras personas pueden darnos una visión más completa o adecuada de cómo hacer una tarea. No nos agrada en exceso escuchar estas cosas, pero si somos capaces de aplicar lo anterior, nos daremos cuenta de que lo que estamos tratando es un punto concreto de nuestras actividades, no una crítica a nuestra persona completa.
Las personas mayores que nos aprecian, familiares, jefes, amigos… suelen ser los más críticos con nosotros. Evidentemente siempre hay un deseo de mejora y de querer que crezcamos en el campo que sea en cada caso. Que la crítica sea constructiva se agradece, y desde aquí defendemos que así sea. Todos fallamos, todos cometemos errores… y a muy pocos nos gusta reconocerlos. El salto de calidad que hacemos al reconocerlo es impresionante, ya que no sólo aceptamos la situación, sino que nos motiva a solucionarla. Todo esto conduce a que seamos más humildes, menos orgullosos y más propensos a comunicarnos, intercambiando de forma educada pareceres en los diferentes momentos que estemos viviendo.
Si lo vemos de forma adecuada esto es una oportunidad para conocernos mejor, aprender y mejorar… ¿Te atreves a ponerlo en práctica?