Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar acerca de cómo nos mostramos en nuestras casas, delante de nuestras familias.
Todos tenemos que adaptarnos a diferentes escenarios en nuestras vidas, a través de nuestra imagen, vocabulario, actitud… El vocabulario de un adolescente no es el mismo con sus amigos en la calle, que con un profesor, que ante la policía… De modo que ciertamente, realizamos pequeños cambios en nuestro día a día con el objetivo de obtener ciertos beneficios.
Un aspecto esencial, y que va a ser protagonista en estas líneas, es la actitud. En la gran mayoría de las ocasiones hacemos grandes esfuerzos por mostrar una actitud positiva en el ámbito social, en lo laboral…todo esto siempre fuera de casa. Tratamos de mostrar nuestra mejor cara, y ello por supuesto conlleva un esfuerzo emocional. Cuidamos nuestro vocabulario, nuestras reacciones o tratamos de ser empáticos de cara al público, pero… ¿Qué ocurre cuando llegamos a casa? Todo ese esfuerzo emocional que hemos realizado pasa factura, y a veces, cuando llegamos a casa las cosas varían. Algo mostrado y objetivo es que nuestras peores contestaciones y modales suelen darse en el hogar. Es decir, proyectamos nuestro peor “yo” en el ámbito cotidiano, cuando si nos paramos a reflexionar un poco debería ser todo lo contrario. Esto es, deberíamos mostrar nuestra mejor cara a nuestros seres más queridos.
Sin duda, parte de que tengamos este tipo de comportamientos pasa por la confianza que tenemos con nuestros seres más cercanos. Esto hace que relajemos ese “esfuerzo emocional” y nos mostremos de una forma más “natural”, si bien no estamos siendo conscientes de que en ocasiones utilizamos peores formas, mostrando peores contestaciones y esto afecta a nuestras relaciones. Sin embargo, si nos preguntan por nuestras prioridades, la gran mayoría contestaremos nuestra familia está en primer lugar. Algo está fallando. Todos vemos malas contestaciones sin motivo en relaciones de pareja, faltas de respeto de hijos a padres, malas formas en quedadas familiares, gestos fuera de lugar…
Si reflexionamos sobre todo esto, y somos conscientes de los fallos que cometemos en nuestro ámbito más privado de la vida, podremos buscar soluciones. En el día a día debemos tratar de cuidar nuestras formas, nuestros gestos y nuestras maneras. Estamos delante de las personas más importantes de nuestras vidas, y debemos demostrarlo. No sólo nos sentiremos mejor de forma individual, esto es, al valorar nuestro propio comportamiento sintiéndonos orgullosos. También afectará a cómo nos vean los demás. Esto es determinante, puesto que puede ser el comienzo de un cambio en las relaciones del hogar. Es difícil contestar de malas maneras a alguien que nos está diciendo las cosas de forma adecuada. De alguna forma estamos invitando al resto a seguir en la línea correcta.
¿Te atreves a intentarlo?