Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar acerca de no postergar decisiones que sabemos que son correctas.
Todos hemos postergado o procrastinado acciones a lo largo de nuestra vida. Sería mentir decir lo contrario. En este sentido, en ciertas ocasiones, con todo el dolor de nuestro corazón sabemos que tenemos que ejecutar algo que, bien pensado es lo más conveniente, pero no lo hacemos.
Primeramente nos tenemos que enfrentar a una cuestión emocional, es decir, afrontar nuestros sentimientos no dejándonos llevar por ellos, sino llevándolos a un plano más cognitivo. ¿Para qué? Para ver con la mayor objetividad posible la circunstancia a la que nos enfrentamos, aceptar en qué punto estamos y empezar a buscar soluciones. Si no hacemos este paso, nos quedaremos en esa parte emocional de la que es muy complicado salir, ya que nos centramos en los problemas y no en las soluciones. Una vez que nos paramos a pensar en qué debemos hacer, comenzamos a hablar con argumentos y razones. Esto sin duda es parte esencial para tener control de la situación y ver hacia donde debemos ir.
Hemos aceptado la situación y sabemos lo que hay que hacer pero… ¿Qué ocurre si no nos atrevemos? Los miedos están ahí, no debemos olvidarlo. Forman parte de nosotros, pero debemos luchar para que no nos dominen. Tomar decisiones es algo más complicado de lo que parece a priori. Hay muchos factores que están detrás facilitando o dificultando su acción. Autoestima, seguridad, confianza, apoyo… Nos encontramos en el momento perfecto para valorar las consecuencias que tendría la decisión, y sobre todo, la no decisión. La única manera de solventar este momento es enfrentarse a la situación.
Y ahí estamos, sabiendo que la decisión que hemos pensado tomar es la correcta, pero totalmente asustados a la hora de llevarla a la práctica. Si nos acostumbramos a lo largo de nuestra vida a no enfrentarnos a estas circunstancias, más difícil nos resultará esa ejecución. Ya sea dejar un trabajo, cambiar de estudios, finalizar una relación de pareja… llega un momento que debemos asumir la responsabilidad de tal decisión. Si nos paramos a reflexionar, lo más normal es que nos enfrentemos a 5 minutos malos para obtener un alivio y disfrutar a partir de ahí de los beneficios de nuestra decisión. El valor toma un papel protagonista, porque cuando ya somos mayores, ciertas determinaciones deben ser tomadas única y exclusivamente por nosotros mismos. Hay que asumir esa incertidumbre, ese nerviosismo y en el fondo esa tensión situacional. Si no lo hacemos, seremos esclavos de lo que decidan los demás. Aquello que no decidamos nosotros, lo decidirán otros por nosotros. En otras palabras: nos vamos a arrepentir más de aquello que no hayamos hecho, que de aquello que hayamos realizado.
Resulta imprescindible en este tipo de situaciones, meditar las decisiones, y no llegar a conclusiones precipitadas. Ver los pros y los contras, los beneficios y los riesgos… Una vez que estamos seguros, queda “simplemente” la ejecución. Debemos visualizar cómo la vamos a realizar, e incluso ensayarla para facilitarnos ese momento… Nos queda enfrentarnos a ese instante y asumir que realmente es lo que queremos por mucho que nos aterre su puesta en práctica. Seguramente sea el comienzo de algo mejor, y sobre todo, mejoraremos individualmente en lo relativo a crecimiento personal. ¿Te atreves a intentarlo?