Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar del control de los impulsos, en este caso referido a las compras.
En el mundo en el que vivimos, la sociedad de consumo se impone de forma contundente a cualquier otro tipo de estilo. Esto hace que campos como la publicidad o el marketing cobren sentido, tratando de vendernos sus productos diciéndonos sus increíbles características, su buen precio… pero, sobre todo, creándonos una necesidad. Necesidad que realmente no podría ser tal si hasta ver el anuncio no teníamos en mente la compra de dicho artículo.
Evidentemente todos consumimos, y en la medida de las posibilidades de cada individuo o familia es una cuestión totalmente normal y hasta necesaria. No vamos a entrar en el tema de darse un capricho, cosa que de forma aislada y puntual no tendría que verse como algo nocivo, sino en la falta del control sobre nuestros impulsos relativos a las compras en sí. Ese “no me pude contener” o cuando a posteriori nos damos cuenta de que no necesitábamos ese artículo para nada, son ejemplos específicos sobre lo que queremos hacer hincapié. Insistimos en que esto no es una oda a la tacañería sino hablar de la importancia que tiene nuestro control en la vida, referido a cualquier tema o situación, llevándolo en este caso a los gastos.
HaY ciertas cosas que en un primer momento no creíamos necesitar que terminemos necesitando.
Todos los expertos coinciden en que si queremos ahorrar a la hora de hacer la compra debemos hacer una lista. De lo contrario estaremos expuestos a ver un montón de estímulos apetecibles y es muy probable que gastemos más de lo debido. Pero sobre todo, habrá ciertas cosas que en un primer momento no creíamos necesitar que terminemos necesitando. Este es un buen ejemplo de lo que ocurre en este mundo consumista. Supone un gran ejercicio el preguntarnos lo que necesitamos y a partir de ahí llevarlo a cabo. Si necesitamos una chaqueta, es lógico ir a comprarla. Según nuestro poder adquisitivo y gustos tendremos un rango de acción, pero tenemos claro nuestro objetivo. Muchos de los problemas derivados de la falta del control de los impulsos están relacionados con no pensar en las consecuencias de nuestros actos, así como dejarnos llevar en demasía, no siendo conscientes de las necesidades reales y de nuestra tendencia al consumo.
Consumir sí, por supuesto, pero con sentido. Extrapolemos como ejemplo a ese niño que le dan su paga y se la gasta automáticamente (sin ninguna previsión) acto seguido. El resto de la semana no tendrá nada… Sin duda esto puede ser el reflejo de muchos otros actos de adultos que, no controlando sus impulsos, terminan por verse en situaciones desagradables y complicadas que producen malestar a muchos niveles, pero sin duda de índole psicológica mayoritariamente. El hecho de dominar escenarios, de controlar situaciones, hace que disminuya nuestra incertidumbre y esto afecta de forma determinante a nuestra sensación de seguridad y confianza así como a la minimización de tensión y ansiedad. La conciencia acerca de nuestras necesidades, la buena planificación económica y saber qué sí y qué no forman la base del control de nuestros estímulos. No sólo nos sentiremos mucho mejor controlándolos, sino que repercutirá en la imagen que los demás tengan de nosotros… ¿Te atreves a intentarlo?