Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar sobre las personas que nos inspiran y sus beneficios.
Muchas veces, cuando hablamos de autoestima, uno de los temas que solemos tratar va relacionado con la seguridad y la confianza. Una de las principales variables que están íntimamente relacionadas con esto es la comparación. La comparación es un mecanismo de poca ayuda para la mejora de la autoestima, ya que siempre podremos vernos a la sombra de otros. Parémonos a pensar, el hombre más rápido del mundo corriendo 100 metros, no lo es corriendo 800 metros… De esta forma, la comparación con los demás no es el mejor mecanismo si queremos fortalecernos de forma personal. Ahora bien, la comparación con uno mismo si tiene un papel importante en este sentido, ya que en ella podremos analizar las mejoras, diferencias y cambios. Supone una ventaja de cara a tratar de ser lo más objetivos posible, dentro de la dificultad, y puede convertirse en una forma de motivación. Imaginemos que empezamos al gimnasio por primera vez en nuestra vida. De poco serviría que nos comparásemos con los demás, ¿verdad? Ahora bien, comparar nuestro rendimiento, peso o entrenamiento de nuestro primer mes con el del tercero, si puede ser interesante. A nivel psicológico, no es tan fácil como en lo físico donde la visibilidad es más evidente, pero además de posible, es beneficioso.
Teniendo esto en cuenta, ahora queremos referirnos a una cuestión muy relacionada con la comparación pero que tiene matices de vital importancia. Los referentes, las fuentes de inspiración. Es fácil caer en la trampa y pensar que en realidad lo que estamos haciendo es compararnos, pero no. Un referente o una fuente de inspiración no es un icono tomado para compararse, sino para motivarse o ver en él virtudes y variables que nos gustaría trabajar para mejorar a sabiendas de que mejoraríamos de forma individual a la vez que mejorarían nuestras vidas. De alguna manera es ver que realmente es posible llegar a un punto concreto, y a la vez orientarse para encaminarse a ello.
No tiene que ser una persona famosa o alguien especialmente importante. Ahí está parte de la magia de esto. Podemos tomar referentes en la calle, en la familia, en lo cotidiano… Porque en el fondo una fuente de inspiración puede ser llevada a la obtención de una meta concreta o a cosas tan mundanas como el estado de ánimo o la actitud. Alguna vez todos nos hemos preguntado cómo hará esa persona para tirar hacia delante con una vida llena de problemas y además hacerlo de buenas formas, con buen carácter y una sonrisa. Pararnos a observar este tipo de cosas en la vorágine en la que nos encontramos actualmente con un ritmo vital tan potente puede ser una clave para interpretar mejor la realidad. No solo saber teóricamente que las cosas pueden hacerse de forma adecuada, sino verlo, ayuda a que nos motivemos, a intentarlo. Al final, supone una ayuda para llevar a la práctica lo que podemos entender por nuestro “mejor yo”. Tratar de ser lo mejor persona que podamos a todos los niveles es agotador, y necesitamos un buen “motor” para que se pueda producir. Ese “motor” necesita combustible, y la motivación y la ilusión son indispensables. Si una buena fuente de inspiración nos ayuda en este sentido… ¿Cómo rechazarla?