Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar sobre una dimensión espacio-temporal, el futuro, y su importancia en nuestras vidas.
Resulta bastante evidente que nuestra vida se desarrolla en el presente, al menos en lo presencial. Pero si nos paramos a atender a nuestros pensamientos, en muchas ocasiones estaremos en el pasado (como ya hemos comentado) o por el contra en el futuro. Relacionábamos esa atención inadecuada al pasado con la melancolía o con la tristeza. Pues bien, en el caso de una atención inadecuada al futuro, estaremos hablando de una relación con la ansiedad.
Es normal atender al futuro, teniendo en cuenta que nos anticipamos a situaciones de forma natural para adaptarnos al desarrollo de nuestras vidas. Esta anticipación además de adaptativa es funcional, ya que nos permite tener control sobre circunstancias que aún no han sucedido. Pero en ocasiones, nuestra tendencia a atender al futuro nos hace estar preocupados de forma constante, por cosas que quizás no debieran ser importantes en teoría, pero que en la práctica nos atormentan. Las preocupaciones son, por definición, ocupaciones previas. Tan negativo es no tener ninguna, como estar constantemente preocupado. Las preocupaciones aumentan nuestra sensación de incertidumbre, y por tanto, nuestra potencial ansiedad. Evidentemente es lógico tener algunas preocupaciones… si bien es muy importante como enfocarlas.
Es muy complicado disfrutar de una situación en el presente cuando estamos preocupados por algo. Imaginemos un ejemplo muy simple: vamos a una fiesta y no sabemos si le hemos dejado agua a nuestra mascota cuando es un día de mucho calor. Algunas personas estarán constantemente pensando si todo está bien, si no le pasará nada a su mascota… Como consecuencia no serán capaces de disfrutar de la fiesta. Casi sería recomendable que volviesen a su casa, diesen agua a su mascota, y volviesen a la fiesta. Si llevamos situaciones de este tipo a nuestras vidas, nos daremos cuenta de que existen muchas, y mucho más complejas que este simple ejemplo.
¿Cómo manejar nuestras preocupaciones?
En primer lugar es muy interesante saber relativizar su importancia, de cara a priorizar cuáles deben ser tratadas antes que otras. A partir de ahí, resulta imprescindible trabajar en ellas, es decir, ocuparse de tener controladas las diversas situaciones. Esto afectará directamente a esa sensación de incertidumbre, ya que se reducirá drásticamente. La primera vez que contratamos una línea telefónica, nos preocupa su pago. Con el tiempo y experiencia vemos que dominamos esa faceta y pasa a otro plano bien distinto, no es prioritario. Nuestras preocupaciones reales, aquellas que tienen que ver con esa atención desadaptativa del futuro, deben planificarse, analizarse y trabajarse de la mejor forma posible. Tenemos un examen importante… esto nos puede provocar ansiedad, nos preocupa. En la medida que preparemos ese examen de la mejor manera y tengamos seguridad para su realización, la ansiedad, junto con la incertidumbre, descenderán. Ahora bien, ese trabajo previo, precisa de actitud, esto es, de esfuerzo emocional. Ese esfuerzo emocional merece la pena con creces, ya que nuestra sensación de control aumenta, así como la confianza en nosotros mismos de cara a enfrentar cualquier circunstancia.
Afrontar adecuadamente nuestras preocupaciones puede cambiar nuestra perspectiva de cara a atender al futuro, ¿te atreves a intentarlo?