Desde MA Psicólogos, especialistas en niños adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre la valoración de lo que nos importa y su relación con la distancia y la perspectiva.
Es una realidad que todos valoramos o queremos a otras personas, bien sean familiares, amigos… La cuestión puede hacerse extensible a otras valoraciones, como el trabajo, la salud o lo material. Esto está íntimamente relacionado con la inteligencia emocional, ya que ser consciente de tales vínculos y de la vitalidad de los mismos nos ayuda a gestionar las emociones anteponiendo prioridades y sabiendo relativizar la importancia de los problemas y situaciones. Por supuesto, como valoramos lo anteriormente comentado, también tendemos a preocuparnos cuando algo no va del todo bien, y esto genera una serie de pensamientos donde la incertidumbre está presente de forma que puede aparecer cierta ansiedad, nerviosismo o estrés al respecto.
Llevémoslo exclusivamente a la valoración de personas por un momento. Normalmente tenemos contacto con esas personas, en nuestro día a día, bien siendo en la convivencia de la casa, en actividades, visitas… Sabemos de la importancia del vínculo, pero quizás no hasta el punto real de tales relaciones, ya que damos por “habitual” este contacto de forma que lo llevamos a la normalidad.
Aquí es donde queremos introducir la variable distancia. Todos lo hemos visto en distintas experiencias, un ejemplo gráfico pueden ser los “reality shows” de la televisión. Vemos en estos programas como ese distanciamiento suele favorecer la valoración de personas cercanas a los protagonistas, sobre todo en lo que tiene que ver con la parte emocional. Pero no hace falta ir a la televisión. Un viaje, trabajar fuera de casa durante un periodo de tiempo, una experiencia Erasmus. Es curioso como la privación de las relaciones en la gran mayoría de las ocasiones nos ayuda a darnos cuenta de cuánto nos importan, y a la vez poner en un segundo plano aquellas que no eran tan determinantes. Definitivamente la toma de perspectiva es fundamental para esto, y de alguna manera privarnos de vivir las relaciones que nos gustan fomenta valorarlas más y mejor.
Ahora bien, ¿hasta qué punto es necesario hacer esto? La mejor respuesta sería que no hiciese falta echar de menos para darnos cuenta de estas cuestiones. Ya lo dice el refrán popular: “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Como hemos explicado, es probable que no le falte razón.
Un posible ejercicio para agilizar esta valoración sin sufrir la falta puede ser aumentar ese nivel de consciencia sobre lo que de verdad nos importa. Esto es, hacer un ranking, una pirámide de prioridades y tenerla muy en cuenta. Nos quejamos o enfadamos muchas veces por cosas que no están en dicha lista, cuestiones que bien valoradas no afectan a lo que de verdad nos importa y por tanto no pueden ser trascendentales. Esas, son cuestiones menores, y por tanto debemos ponerlas en su sitio, no podemos dejar que nos afecten de forma importante. Bien pensado, solo debería afectarnos emocionalmente de forma significativa aquello relacionado con las variables que tenemos en nuestro abanico de prioridades. Ahí podemos construir fortaleza, mejorar nuestra gestión emocional. No sólo es posible, sino que va a ayudarnos a ser más funcionales en nuestro día a día. ¿Te atreves a intentarlo?