Desde MA Psicólogos Oviedo, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre la importancia de saber pedir perdón.
Todos metemos la pata. Sea voluntaria o involuntariamente, todos nos equivocamos. Como seres humanos somos imperfectos, cometer un error entra dentro de lo posible, y no sólo de eso, sino de lo común.
La auténtica diferencia tras cometer un error viene dada por la persistencia en él o asumirlo y pedir perdón.
Aceptar el error, implica una reflexión y a mayores una autocrítica, que es lo realmente positivo si el objetivo es intentar no volver a cometerlo. Implica hacernos conscientes de que no llevamos la de la mejor manera y que podemos mejorarlo.
- Implica empatía, ya que es necesario ponerse en la piel de los demás.
- Implica valentía, ya que reconocer el error no es precisamente sencillo.
- Y por supuesto, implica enfrentarse a nuestro orgullo, habitualmente un mal consejero en estos casos.
Evidentemente debemos tratar de cometer los menores errores posibles. Ese esfuerzo nos ahorrará muchos quebraderos de cabeza. Tratar de ser racionales, analizar y no dejarnos llevar demasiado por nuestros impulsos nos ayudará a evitar el error. Pero también debemos saber que evitarlo no siempre es posible.
La educación es básica para llegar a ser unos adultos con una sana capacidad para pedir perdón. Desde pequeños debemos entender que cuando no obramos adecuadamente y esto afecta a los demás, lo adecuado es analizar qué debemos cambiar, cómo debemos enfrentarnos en la siguiente ocasión a la circunstancia y asegurarnos de que los demás no se ofendan por ello.
Es importante recalcar que somos seres sociales… y vivir en sociedad requiere autocrítica y entendimiento mutuo.
Lo que normalmente nos encontramos ante unas disculpas (cabe resaltar lo imprescindible de que sean sinceras), es empatía y entendimiento. Solemos encontrarnos con alguien que comprende lo ocurrido y que a partir de ahí continúa adelante. Paradójicamente la persona que reconoce un error goza de más confianza por parte de los demás, pero para esto es imprescindible disculparse. En cambio… las personas que nunca piden perdón o creen que siempre realizan a la perfección sus acciones no obtienen la misma simpatía. Más bien suelen generar rechazo.
Su orgullo es prioritario y no habla precisamente bien de esos individuos.
Reconocer nuestros errores nos honra.
Analizarnos y no repetirlos es un proceso puro de aprendizaje.
Nos lleva a mejorar, no sólo a la hora de ejecutar tareas, sino como personas. Esa valentía forja otras variables sumamente positivas a nivel de personalidad, como la humildad, la honorabilidad o la confianza.
Y además, el perdón nos libera, cuando lo pedimos la culpabilidad y las rumiaciones desaparecen.
Todos podemos discutir, dejarnos llevar en cierta ocasión. Pero también todos tenemos la posibilidad de pensar en lo ocurrido. Si tras esa reflexión no estamos contentos con nuestra actuación, no deberíamos dudar en tratar de resolverlo. No solo nos quedaremos más tranquilos, sino que forjaremos mejores vínculos afectivos con nuestros iguales.
Y a ti, ¿te cuesta pedir perdón?