Desde MA Psicólogos Oviedo, especialistas en terapia para niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar sobre la importancia de no llevar al terreno personal una discusión.
La comunicación es esencial para nuestras vidas, puesto que somos seres sociales. Es más, una buena comunicación es fundamental para tener éxito en cualquier parcela, aunque no siempre sea tarea sencilla.
Las discusiones forman parte del entramado de la comunicación. Como en cualquier ámbito de nuestras relaciones sociales, existen códigos que facilitan estas situaciones.
Hoy queremos hacer referencia a un código en concreto: el de diferenciar entre el tema a tratar y una cuestión personal.
Saber discutir
Una discusión puede entenderse como un conflicto por desacuerdos o discrepancias. A lo largo de nuestras vidas obviamente es algo que nos ocurre, sea en lo familiar, laboral, relacional… Y por supuesto que podemos discutir, teniendo en cuenta que nuestro objetivo fundamental es hacer valer nuestra m forma de ver el tema en cuestión. Pero no a cualquier precio. Las palabras que escojamos y cómo las digamos tendrán muchísima relevancia para la dinámica de la interacción. Siempre partimos de un supuesto donde la asertividad debe reinar, haciendo valer nuestros derechos y opiniones sin ofender a los demás. He aquí la clave.
Normalmente una discusión puede comenzar con argumentos y razones, pero si la discrepancia sige en pie y el tiempo va pasando, las emociones suelen hacer mella, haciendo la discusión más visceral e impulsiva.
El problema del lado emocional puede intensificarse si hacemos alusión a las características del interlocutor en lugar de centrarnos en el tema.
Es entonces cuando una discusión sobre política, la guerra o el fútbol pasan a ser un “Paco vs Marta” (o viceversa). Suelen llevarnos a enfrentamientos donde los enfados o distanciamientos son comunes.
Tener en cuenta otros puntos de vista
Si queremos gestionar adecuadamente este tipo de circunstancias, debemos tener como regla de oro centrarnos en el tema concreto. Esto quiere decir que nuestros argumentos, ejemplos o razonamientos tengan como foco la cuestión tratada y no la persona con la que estamos discutiendo, o antiguas rencillas o reproches. Debemos tener perspectiva y partir de una aceptación básica: no todos pensamos lo mismo. Pero que no pensemos lo mismo en un tema concreto y específico, no quiere decir que estemos rechazando por completo a dicha persona. Estamos en desacuerdo en algo, sin duda algo muy común. Si nos dejamos llevar por la pasión, por la confianza o por los reproches, estamos en otra interacción bien distinta que raramente terminará bien. Con lo difícil que es tener razón, no podemos permitirnos el lujo de perderla por nuestras formas, porque nos acabará pasando factura.
Este tipo de interacción llevando la discusión a lo personal es muy típica en relaciones cercanas, donde paradójicamente tendemos a tener vínculos estrechos y fuertes.
Y sí, por desgracia hemos visto rupturas o familias separadas por no haber sabido gestionar este aspecto. ¿Realmente mereció la pena? En la mayoría (por no decir en todas las ocasiones), no.
Tenemos la oportunidad de gestionar mejor estos momentos, donde siempre podemos mejorar.
¿Te atreves a intentarlo?