Desde MA Psicólogos Oviedo, especialistas en terapia familiar y terapia de pareja, hoy queremos trasladaros la importancia de tener reglas comunes (ambos progenitores utilizar las mismas normas) para los hijos tras un divorcio.
El modelo de familia ha ido cambiando con los años y es muy común encontrarnos con familias en las que los padres se han separado y sus hijos conviven con ambos siguiendo una temporalidad determinada según el régimen de custodia. Hoy no entramos en dichos periodos de tiempo (sean semanales, quincenales…) sino en una cuestión mucho más básica y necesaria. Que está en el origen de muchas de las problemáticas que surgen generando inestabilidad emocional al menor, son las reglas comunes que deben darse.
Independientemente de la buena o mala relación que tengan los progenitores, la amplitud de miras en este tipo de casos debe ser infinitamente mayor, priorizando el bienestar de los hijos sobre los rencores, disputas…
Los padres no quieren seguir compartiendo sus vidas conjuntamente, pero deberán ser un faro o guía para sus hijos, y ello requiere ser conscientes de ello.
Ser padres conlleva una gran responsabilidad
Podremos tener estilos educativos diferentes, no hay por qué cambiar radicalmente cada uno de los estilos (ni mucho menos), pero sí abogar por algunas normas básicas que han de ser similares en ambos hogares.
Hacemos hincapié en esto, ya que los hijos necesitan homogeneidad y reglas similares en las cuestiones más primarias, en las normas más sencillas, siendo conocedores de lo que está bien, mal y sus consecuencias.
No se trata de que papá sea el bueno y mamá sea la mala o viceversa. Se trata de que ciertas circunstancias como las normas de respeto, higiene, rutinas, horarios o uso de la tecnología sean las mismas.
Las mismas sea donde sea, con una gran claridad y unas consecuencias comunes, independientemente de quien sea el progenitor que deba hacerlas cumplir en cada caso.
Papá y mamá probablemente ya no quieran convivir, y es evidente que esto no tiene por qué ser un problema, pero aún tienen una tarea común de la que todos obtendrán ventajas; educar a sus hijos.
Ser padres va mucho más allá de los intereses individuales, y es necesario hacer esfuerzos en este sentido por el bien de nuestros pequeños.
Si esto no es así, se generarán fisuras por las que comenzarán distintos problemas. Y esto no beneficiará a nadie.
Se cuestionará la forma de educar de uno u otro, comenzarán las preferencias, los chantajes emocionales… Mamá y papá son distintos, pero ambos son las personas del mundo que más quieren a sus hijos. Y sus hijos tendrán la mejor educación posible si los progenitores aparcan sus diferencias por un momento y piensan en el bienestar de sus hijos. Se necesita perspectiva, empatía y buena voluntad. Y sobre todo, aunque a partir de esas cuestiones básicas haya diferencias, tendrán que ver con cosas mucho más específicas, que realmente definen a cada cual, pero que no generan confusión ni problemas.
Los mayores debemos asumir la responsabilidad y en ocasiones no culpar a nuestros hijos de errores que cometemos nosotros mismos por dejarnos llevar por nuestras emociones, falta de visión o diferencias.