Desde MA Psicólogos Oviedo, especialistas en terapia para niños, adolescentes y adultos, hoy os vamos a hablar sobre la importancia de no esperar constantemente cambios por parte de los demás para ser felices.
En muchas ocasiones en MA Psicólogos Oviedo cuando estamos en consulta, escuchamos frases como “si Pedro fuese más detallista, que feliz sería” o “si Marta saliese más, todo iría mejor”.
Desde luego son declaraciones de intenciones que no dependen de la persona que habla, y ahí comienza el problema.
Es muy común proyectar nuestras dificultades en las acciones de los demás, pero la realidad es que se escapan de nuestro rango de acción. Es habitual que cuando alguien hace algo que nos afecta o daña veamos la solución en que cambie, pero de ese modo dejamos en manaros del otro nuestro bienestar, no tenemos margen de acción ni capacidad para conseguir que el otro cumpla nuestro deseo de cambio. Aunque seguro que en muchos casos el cambio supondría una mejora para ambas partes, pero no depende de nosotros. Evidentemente, hay cuestiones que se pueden tratar con dichas personas, pero la decisión final de realizar o no esos cambios depende del otro.
Existe una distorsión cognitiva denominada “falacia del cambio” que se ajusta a la perfección a lo que estamos planteando. Consiste en creer que nuestro bienestar depende de manera exclusiva de los actos de los demás. Por supuesto, esto conlleva la creencia de que dicha persona cambiará para adaptarse a nosotros si se le presiona lo suficiente. Así pues, dirigimos nuestra energía y atención hacia los demás porque la esperanza de felicidad se encuentra en conseguir que los demás satisfagan nuestras necesidades.
Cuando nos posicionamos así, parece que nuestra parte, lo que depende de nosotros, queda relegado o carece de importancia. Pero por supuesto, nosotros tenemos mucho que hacer al respecto. Vivimos en sociedad y siendo seres sociales nuestras relaciones tienen gran importancia. Ahora bien, debemos responsabilizarnos y ser capaces de abordar las distintas situaciones y dificultades asumiendo nuestra parte. La atribución interna de nuestras responsabilidades es fundamental para no caer en la trampa de pensar que deban ser los demás los que tengan que hacerlo.
Nuestro análisis debe ir enfocando hacia “¿qué depende de nosotros?”, y a partir de ahí ponernos en marcha (sean decisiones, acciones, comunicaciones…). Esta reflexión conlleva cierta autocrítica, y por ende la complejidad de asumir que podemos hacer más (aunque no sea lo cómodo). Realizar ese tipo de acciones significará tener nuestra conciencia tranquila, puesto que hemos hecho nuestra parte… aunque en algunos casos no signifique haber conseguido todo lo que deseábamos. Y es que, tristemente, no siempre podemos conseguir todo lo que nos apetezca o gustaría. Esa aceptación conlleva otro proceso complejo a trabajar.
Otro punto importante es la comunicación en todo este entramado. Es muy común desear que otros cambien su comportamiento pero no hablar con ellos. Y así… es prácticamente imposible que la persona en cuestión pueda plantearse la opción de cambio.
Nuestro poder de acción está relacionado con ser asertivos, hablar y mostrar nuestra opinión y pensamientos. No para ofender al otro ni reclamarle algo a la defensiva, sino para hacerle ver nuestro prisma. Depende de nosotros, por tanto, tener esa iniciativa de conversación, que no siendo cómoda, supone ejecutar la parte que está dentro de nuestro rango de acción en lugar de escudarnos sencillamente en que el otro deba cambiar.
Debemos enfrentarnos a la falacia de cambio, ya que de no hacerlo no solo aumentará nuestro malestar, sino que las soluciones es probable que nunca lleguen.