Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar de cómo reconducir nuestras vidas en momentos de cambio.
El cambio es parte de la vida. Sin duda una parte que asusta, pero necesaria. Ese cambio del colegio al instituto, el cambio de trabajo, de pareja, de vivienda… Emocionalmente es algo que trastoca nuestras vidas. Pero, bien pensado, los cambios también traen nuevas oportunidades, posibilidades de crecimiento y de mejora.
Si algo tiene el cambio, es que no sabemos lo que va a ocurrir al 100% con ello, y eso genera incertidumbre. Ya sabemos que la incertidumbre no es nuestra mejor compañera de batallas… lleva consigo un incremento de la inseguridad, y con ello de la ansiedad. Sobre todo, el cambio nos genera temor a lo desconocido, y ya sabemos que a los miedos sólo se les puede ganar de una manera: enfrentándose a ellos.
Así pues, ¿qué debemos hacer ante una situación de cambio? Quizás lo primero que debemos hacer es aceptar la situación en la que estamos, y sobre todo, qué podemos hacer, sobre qué tenemos sensación de control. Así pues, el siguiente paso es analizar la situación, interpretar con la mejor de las perspectivas nuestra posición y ver cuál es nuestro objetivo, fijándolo de la mejor manera posible.
Imaginémonos que vamos a cambiar de trabajo. Una nueva empresa, un nuevo puesto… sin duda es un cambio. ¿Seremos capaces de desempeñar lo que se pide? ¿Serán buenos los compañeros? ¿Estaré a la altura? ¿Me gustará? Todas estas preguntas surgen en nosotros, y generan dudas e inseguridades, que si se apoderan de nosotros pueden jugarnos malas pasadas. Si nos paramos a pensar y aceptamos la situación, sí, vamos a enfrentarnos a algo nuevo, pero eso no quiere decir que vaya a ser malo. Partir de la posición de “voy a intentarlo” en vez de “todo va a ir mal” es un salto determinante. Debemos centrarnos en qué podemos hacer nosotros, en qué aspectos tengo sensación de control. Entender que estamos cualificados para el puesto, pero que habrá nuevos retos que exigirán adaptación y trabajo. Entender que no sabemos cómo serán los compañeros, pero sí podemos centrarnos en cómo vamos a ser nosotros con ellos. Saber que nuestra actitud determinará que nos enfrentemos a la situación de la mejor manera, y que la motivación cobra un papel determinante. Y sobre todo, los errores forman parte del camino, pero aceptarlos y trabajar para que no se repitan depende de nosotros.
Debemos anticiparnos a posibles situaciones que nos generan estrés, planificar bien nuestras tareas y ser organizados. Visualizar diferentes circunstancias y saber solucionarlas adecuadamente, interpretando las futuras problemáticas que se puedan dar. Saber reconocer errores, admitirlos y no culpar al mundo o a los demás de ellos. Todas estas cosas forman parte del cambio, pero más importante aún, dependen de nosotros. Si hacemos todo esto estaremos reevaluando positivamente ese problema que a priori suponía el cambio, y lo estaremos convirtiendo en una posibilidad o un reto a superar.
Después del primer día de instituto, todos vimos que no era para tanto… el único problema es que el día antes no lo sabíamos. Enfrentarse a los cambios nos hace crecer. ¿Te atreves a intentarlo?