Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar acerca de la importancia de gestionar bien situaciones que nos generan ira, rabia o agresividad.
Es evidente que a lo largo de nuestras vidas nos veremos inmersos en momentos o situaciones donde la rabia o la ira se apoderen de nosotros y nos cueste ver más allá de ello. No somos máquinas, y por supuesto sentimos y nos frustramos. Ahora bien, debemos conocer qué situaciones son aquellas que nos generan estos sentimientos de ira, para poder anticiparnos a futuras circunstancias y así poder controlar y gestionar de la mejor forma posible nuestras emociones.
Anticípate a esas situaciones que te frustran
Dentro de las posibles situaciones que puedan desencadenar estas emociones ligadas a la ira, debemos distinguir entre aquellas que son más bien cotidianas y las que se dan a través de acontecimientos extraordinarios. Sin duda, podemos trabajar sobre las dos posibilidades, aunque ciertamente sea más fácil en aquellas circunstancias del día a día, ya que será más fácil investigar con detalle aquellos aspectos que desencadenan nuestra reacción. Ese es un aspecto muy importante, el saber con detalle qué acciones, situaciones, eventos, personas… nos pueden generar situaciones difíciles de gestionar. Si lo sabemos, ya tenemos un aspecto clave para poder saber cómo actuar y gestionar correctamente la situación.
Debemos detallar cómo nos hace sentir, dónde comenzamos a tener esas emociones negativas y en definitiva conocernos mejor para poder encarar una estrategia efectiva de acción. Esto supone una anticipación, aprender de nuestra experiencia y con ello no caer en errores del pasado. Si sabemos que una situación cotidiana como que nuestra pareja llegue tarde a una cita, nos genera una gran ira, debemos ver qué reacciones hemos tenido en el pasado, cómo nos ha hecho sentir el episodio a posteriori y sobre todo que alternativas podemos generar en cuanto a nuestro comportamiento en el futuro. Ver respuestas que pasen por comunicarnos de forma correcta, respetuosa y asertiva pueden ser algunas de las soluciones a este “problema”, de forma que tengamos control sobre la situación y no mostremos lo peor de nosotros mismos. Tener el control de la situación es un factor determinante para no perder los nervios y tomar las mejores decisiones en momentos difíciles.
En el fondo potenciar la sensación de control lleva consigo enfrentarnos a situaciones que no nos agradan del todo, pero es la única manera de conseguirlo.
¿Podemos enfadarnos? Por supuesto
En el caso de situaciones extraordinarias que puedan sacarnos de quicio y hacer que mostremos nuestra peor cara, la cosa se complica. Esta dificultad viene de la incertidumbre, esto es, no saber explícitamente qué es lo que desencadena nuestra reacción de ira. Lo que sí está demostrado es que si trabajamos en las reacciones cotidianas, extrapolaremos ciertos comportamientos a esas situaciones puntuales, llevando la situación a niveles de más control y teniendo más calma a la hora de tomar decisiones. ¿Podemos enfadarnos? Por supuesto, pero la diferencia está en tomar o no decisiones adecuadas en esos momentos, teniendo en cuenta la máxima de que a mayor control de la situación, minimizaremos riesgos y posibles errores de los que lamentarnos, aumentando las posibilidades de éxito. Este éxito no es otra cosa que bienestar, en el sentido de estar satisfechos con la resolución de una circunstancia complicada, conservando la mente fría y no dejándonos llevar por emociones negativas que ensombrezcan nuestras posibles acciones.
Ser capaces de gestionar bien situaciones en las que la ira aparezca no es nada sencillo, pero ser conscientes de que podemos mejorar en estas circunstancias, ya nos hace comenzar a involucrarnos en esa mejora. ¿Te atreves a intentarlo?