¿Es posible alcanzar la perfección?

Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, hoy vamos a abordar un mito: la perfección.

La perfección es algo buscado y ansiado por todas las distintas civilizaciones que han poblado la tierra. De alguna manera u otra siempre se ha intentado  alcanzar, si bien hasta la fecha no se ha conseguido. Podemos adelantaros algo: no se conseguirá.

La derivación de ello en nuestra personalidad es el perfeccionismo, es decir, la búsqueda indefinida sin decidirse a considerar nunca algo como perfecto. Dicho de otra manera, la convicción de que algo por debajo de la expectativa idealizada es inaceptable. Partiendo de esta base, que cuestionaremos a continuación, se crean una serie de problemas que tienden a generar malestar, agobio, ansiedad…

Una de las principales ideas relacionadas con esto es que no se pueden cometer errores. Por tanto “hay que ser siempre un modelo para los demás”. Desde luego este pensamiento supone una idea irracional, ya que el ser humano es imperfecto por naturaleza. El hecho de ser conscientes de la irracionalidad de esa idea, será lo que haga posible tratar de solventarla. ¿Cómo? Debemos aceptar los defectos que tenemos, darnos cuenta de su naturaleza y buscar posibles mejoras, pero no partiendo de una búsqueda idealizada de la perfección. Ser consciente de que cometer errores es parte del camino, y que sin ellos el aprendizaje y la mejora se complica de forma terrible. La experiencia es parte determinante en todo esto, siendo la que nos muestra cómo sacar adelante situaciones que pudieron ser difíciles en el pasado, pero que sabiendo dónde erramos tienen solución.

La presión como consecuencia directa

Todo ello va unido al concepto de presión. Sin duda tener que hacer todo en nuestras vidas, desde lo más nimio a lo más importante de forma perfecta, genera una presión, un nivel de exigencia muy difícil de soportar. Este exceso de exigencia deriva en posibles problemas personales, tanto físicos como psicológicos. Nuestro cuerpo no está concebido para soportar niveles sostenidos de estrés tan pronunciados y termina por resentirse (caídas de pelo, problemas intestinales, dolores de cabeza, tensiones musculares…). Y lo mismo ocurre a nivel psicológico. Terminamos estando en una situación donde no podemos gestionar adecuadamente nuestras emociones, repercutiendo en nosotros mismos y en nuestra relación con los demás.

Por todo ello, debemos desmontar el mito de la perfección, y llevar el concepto a un lugar mucho más adecuado, donde nuestro propósito pase por realizar las cosas lo mejor posible, pero siempre viendo con perspectiva. Saber que errar es humano, que es parte presente de nuestras vidas, y que la clave es aprender de esos errores para mejorar día a día. La mejora constante depende de nuestra actitud frente a los problemas y retos. De nosotros depende que esa motivación sea constante y nos haga tratar de ser mejores sin esa necesidad imperiosa y estresante de ser modelos para la sociedad. Manejar emocionalmente nuestra situación personal de la mejor forma, de modo que nuestro bienestar sea parte vital de nuestra cotidianeidad. Ser perfectos nos es posible, pero sí ser mejores. ¿Te atreves a intentarlo?

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