Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos, vamos a hablar acerca de algunos factores que nos pueden ayudar a tomar decisiones difíciles.
Todos tenemos que tomar decisiones diariamente. Algunas son más sencillas y otras más complejas. En este caso, nos vamos a referir a ese tipo de decisiones que nos cuesta asumir, ya que nos dan miedo, o nos afecta mucho lo que piensen los demás, o no nos sentimos lo suficientemente fuertes para su ejecución…
En cualquiera de los tres supuestos señalados anteriormente hay un aspecto común: la emocionalidad. Una primera variable que debemos gestionar correctamente para la toma de decisiones es la racionalidad. Las decisiones importantes deben tomarse en base a razones, a argumentos. En ocasiones las emociones “ciegan” esta racionalidad y lo que acabamos haciendo es razonar con ellas. Esto es peligroso, ya que los razonamientos emocionales no son precisamente objetivos, y nos podemos dejar llevar, olvidando aspectos esenciales relativos a la situación que deberían tenerse muy en cuenta.
Otra variable muy interesante y que está relacionada con esa racionalidad es el valor. Esto es, a la hora de ejecutar las decisiones hay un componente de atrevimiento, de puesta en marcha. Para que este aspecto se fortalezca debemos aumentar nuestra confianza y seguridad. En este sentido, valorar otras decisiones tomadas anteriormente puede ayudarnos, pero sin duda, debemos cerciorarnos a nivel individual que la decisión es la correcta. Ver los pros y los contras de tomar esa determinación, y ver que la balanza se inclina hacia lo positivo supone el aspecto diferencial que debería animarnos a su ejecución.
No podemos contentar a todos
Por otro lado, nuestras decisiones no le van a gustar a todo el mundo. Ver otras opiniones es positivo en el sentido de tener perspectiva. Pero no debemos caer en el error de no tener criterio propio. Nuestro criterio se va formando con el paso de los años, nuestra forma de ver las cosas, la educación y nuestra experiencia. No sería muy inteligente emocionalmente no tomar una decisión que nos conviene muy para bien, por el hecho de que los demás no tengan ese mismo criterio. Pongamos un ejemplo: alguien puede estar pasándolo muy mal en un trabajo debido al clima laboral. Tras haber intentado por todos los medios solucionar esa situación, ve que no es posible. Le surge otra oportunidad en otro trabajo, pero su familia insiste en que no cambie, que su trabajo es bueno, que puede aguantar…
Un ejemplo que no es nada fuera de lo normal en la vida actual. Sin duda, la persona debe hacer una revisión y una reflexión del momento que vive. Cuánto más racional sea, cuanto mejor valore las posibles consecuencias, y cuánto más valore su bienestar, más fácil será la toma de la decisión. Somos la suma de un montón de decisiones, y hemos errado en muchas a lo largo de nuestras vidas. Fallar es humano, pero si no tomamos decisiones, si no nos proponemos metas y mejoras… estaremos anclados a vivir lo que otras decidan por nosotros. Más que probablemente si tomamos decisiones bien pensadas el resultado será muy positivo para nuestro bienestar. ¿Te atreves a intentarlo?