La presión autoimpuesta

Desde MA Psicólogos, especialistas en niños, adolescentes y adultos vamos a hablar sobre la presión autoimpuesta.

Siendo muy reduccionistas, existen dos tipos de presiones distintas: por un lado la que nos imponen los demás, y por el otro la que nos imponemos nosotros mismos. Ambos tipos tienen en común cuestiones como la exigencia y el manejo de expectativas. Hoy nos vamos a centrar en esa presión que nos autoimponemos, sin que un agente externo tenga nada que ver.

¿Qué es este tipo de autopresión?

Cuando hablamos de la presión autoimpuesta, automáticamente tenemos que hacerlo de metas y objetivos. Esto es, para que tengamos o percibamos cierta presión, detrás tiene que existir un estímulo que genere incertidumbre y que por tanto su consecución no esté asegurada. De esta forma se genera una expectativa y por ende una exigencia, que a nivel emocional se terminan convirtiendo en presión. Por supuesto que la presión tiene niveles de gravedad. Nos estamos refiriendo ahora a esa presión sentida difícil de manejar debido a su grado de afectación. ¿Qué hay detrás de esto y cómo podemos manejarla mejor?

Límites a la exigencia propia

Para empezar el perfil típico de una persona que siente una gran presión autoimpuesta está relacionado con seres exigentes y perfeccionistas, con baja tolerancia a la frustración y que no quieren decepcionar a los demás. Así pues se debe empezar por esas cuestiones, tratando de definir adecuadamente los objetivos a lograr, simplificándolos y haciéndolos lo más específicos posibles. Valorando las posibles dificultades que puedan surgir y anticipándose a ellas para centrarse en potenciales soluciones que faciliten nuestro trabajo. El manejo de las expectativas se convierte de este modo en factor clave, que será de gran ayuda para ser lo más funcionales en este aspecto. Además, debemos entender el tipo y nivel de perfeccionismo involucrado en todo esto. Ser exigentes y perfeccionistas no es malo en absoluto, pero dentro de unos límites. El perfeccionismo bien entendido es aquel que valora las consecuciones y genera críticas constructivas para tratar de mejorar los aspectos que puedan hacerse mejor. Sin embargo, para el perfeccionista malentendido, nunca nada es suficiente, y la valoración del desempeño de las tareas carece de matices positivos.

Unido a esto debemos añadir lo poco que nos gusta fallar y poder decepcionar a los demás… Aceptar el error como algo humano es requisito indispensable para el manejo adecuado de la presión. Si somos capaces de ser conscientes de todos estos aspectos, seremos capaces de asumir la importancia de una buena gestión emocional en el logro de metas. Por supuesto que existe incertidumbre en cualquier tipo de proyecto, con el estrés y ansiedad que suelen conllevar, pero si somos capaces de centrarnos en las variables que están bajo nuestro nivel de acción, estaremos trabajando en la línea adecuada. Todo lo que sea llevar nuestro rango de preocupaciones a cuestiones que no dependen de nuestras acciones y se alejan de nuestra sensación de control es perder el tiempo…y nuestro bienestar. ¿Te atreves a poner en práctica estos consejos?

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