Desde MA Psicólogos Oviedo, especialistas en terapia para niños, adolescentes y adultos, os queremos hablar sobre la importancia de poder alegrarse por los demás en lugar de envidiarles.
La envidia es, por definición, un sentimiento de dolor por no ser o no tener lo que es o tiene el otro. Es decir, la tristeza o pesar por el bien ajeno.
Y en lugar de hablar de la envidia en sí, vamos a darle la vuelta al concepto y hablar de la importancia que tiene poder alegrarse por los demás. De esta manera veremos la cara positiva y lo que ello entraña y genera.
Todo comienza con la comparación
Sabemos de sobra que las comparaciones son odiosas y que, normalmente, conllevan sufrimiento. Siempre abogamos por la comparación cuando es con uno mismo, porque lleva a la mejoría, a la superación y a la valoración propia.
Pero cuando nos comparamos con los demás, sea con sus cualidades o posesiones, solemos hacerlo para machacarnos. Esto es, buscando siempre personas de forma selectiva que tengan o posean lo que anhelamos.
Si empezamos a asistir al gimnasio, y nos comparamos con alguien que lleva asistiendo los últimos 3 años con gran sacrificio, es posible que no queramos volver. En cambio, si nos hacemos una foto el día 1 y tras 3 meses de esfuerzo y buena nutrición volvemos a sacar la foto, veremos los resultados.
Con lo físico parece muy evidente, pero con las demás comparaciones tiene la misma fórmula. De este modo debemos asumir que podemos mejorar en muchos ámbitos de nuestra vida si nos lo proponemos.
La cuestión es que resulta totalmente compatible proponerse un objetivo personal y luchar por él con alegrarse de la consecución de esa misma meta por parte de los demás. Debemos partir del hecho de que la consecución de la meta es lo que nos importa, no si la consiguen o no los demás. Estamos hablando de variables que alimentan nuestra autoestima y que por ende, no necesitan del fracaso del resto para vernos mejor.
Las personas con baja autoestima tienden a no verse capaces, de forma que si los demás fracasan, sienten satisfacción.
Debemos invertir nuestra energía en lograr lo nuestro, no en ver si los demás lo logran.
Que otras personas fracasen no debe suponer alegría ni alivio
De hecho, alegrarse por los demás abiertamente, nos llevará a tener mejores relaciones, fortaleciendo nuestros lazos y vínculos afectivos.
Que los demás tengan éxito no nos limita nuestra parcela para conseguirlo. Que un cantante tenga éxito no quiere decir que si sacamos un disco ya sea imposible que nosotros podamos lograrlo. Muy probablemente será más inteligente ver que ha hecho esa persona para triunfar y ver si nuestro método puede nutrirse de alguna forma de otras visiones ajenas.
Captar esas envidias y eliminarlas, pequeñas o grandes, supone el paso a la consciencia de la problemática. A partir de ahí necesitamos hacer una profunda reflexión sobre si esa es la manera en la que queremos vernos, o si eso realmente nos hace felices. Volviendo al ejemplo anterior del gimnasio, que los demás consigan sus objetivos no hace que nosotros no podamos conseguirlos. Luchar por nuestras metas, poniendo el máximo de energía en ellas, hará que podamos compartir nuestros resultados con los demás, recibiendo consejos en ocasiones o pudiendo ser nosotros los que alentemos al resto.
Valorarnos tiene gran relevancia, y alegrarnos por los éxitos de los demás no hace más que fortalecernos como persona. No sólo seremos mejores en lo individual, sino también en lo colectivo, asumiendo que como seres sociales será de gran importancia para el bienestar, formando parte de la recompensa del otro y los otros de las nuestras.
Y tú, ¿eres capaz de alegrarte por los éxitos de los demás?